La ablación por radiofrecuencia (RFA) es un tratamiento del cáncer en el que la energía de radiofrecuencia, derivada de energía eléctrica y magnética, se envía por medio de una sonda estrecha que se coloca en el centro de un tumor de pulmón. No se requieren incisiones quirúrgicas y las sondas se colocan en los tumores mediante una tomografía computarizada para guiar al médico. La RFA es un método más nuevo para tratar el cáncer de pulmón, así como los cánceres de hígado, riñón y huesos. La RFA puede atacar y matar células cancerosas sin afectar los tejidos sanos que están cerca del cáncer. Los tratamientos sistémicos, como la quimioterapia y ciertos tipos de radiación, se absorben tanto en el tejido sano como en el enfermo, mientras que la RFA se administra directamente en un tumor.
La RFA puede proporcionar una cura para cánceres pequeños limitados a los pulmones. También puede retardar la progresión de tumores más grandes o usarse en combinación con otros tratamientos para el cáncer de pulmón. La RFA tiene una tasa muy baja de complicaciones y generalmente se tolera bien. Dado que es un tratamiento local, que trata solo tumores visibles, se prefiere para pacientes que no pueden tolerar tipos de cirugía más estándar.
Cómo prepararse para la RFA
Antes del tratamiento con RFA, los pacientes se someten a un examen físico y un historial médico, y el médico puede ordenar una o más pruebas.
Los pacientes deben mencionar todos los medicamentos que toman, incluidos los recetados, los de venta libre, las hierbas y los suplementos, y cualquier alergia. Lo más probable es que se les solicite que eviten comer y beber después de la medianoche anterior al procedimiento programado. Generalmente se permite regar hasta dos horas antes.
Qué esperar durante la RFA
La RFA se realiza bajo anestesia general y los pacientes pasan la noche. A veces, un sedante suave y un anestésico local son suficientes, y los pacientes pueden reanudar sus actividades normales normalmente en una semana, a diferencia de la cirugía abierta, que requiere estadías hospitalarias más largas, una recuperación más prolongada y un mayor riesgo de infección y complicaciones.
La sonda RFA es guiada por una herramienta de imágenes como una ecografía o una tomografía computarizada hacia el tumor. Una vez que se coloca la sonda en el tumor, se administra energía de radiofrecuencia, lo que provoca el calentamiento del cáncer y de una pequeña zona del pulmón que lo rodea inmediatamente. Las temperaturas en el tumor pueden aumentar hasta 90° C (194° F). Las células cancerosas comenzarán a morir inmediatamente a 60° C (140° F).
Una vez que las células anormales mueren, se encogen y con el tiempo se convierten en tejido cicatricial. A diferencia de la cirugía en la que se extirpa el cáncer, generalmente quedará una cicatriz en el área del tumor tratado. Es importante que los pacientes continúen el seguimiento con su médico con tomografías computarizadas repetidas para asegurarse de que no haya más crecimiento tumoral.
Recuperación de RFA
Inmediatamente después del procedimiento, el médico toma imágenes de tomografía computarizada para asegurarse de que el tratamiento haya logrado destruir el tejido anormal. Por lo general, el paciente es dado de alta a la mañana siguiente y debería poder reanudar sus actividades normales dentro de la semana. Las complicaciones menores pueden incluir fiebre leve, hematomas, dolor y/o infección. Los pacientes deben llamar al Centro si notan alguno de estos síntomas o cualquier otra cosa que les preocupe, o si tienen problemas para respirar.